Señores, Imagínense que, de forma completamente voluntaria, cedemos abiertamente a un tercero nuestros documentos, nuestros recuerdos, nuestras contraseñas, nuestros anhelos y temores, nuestras filias y fobias, el número de nuestras cuentas corrientes, el contenido de nuestros discos duros, nuestras tarjetas VISA y Mastercard, que regalamos a otro a quien ni siquiera conocemos el contenido de nuestras fantasías sexuales, de nuestras inquietudes sociales, humanas, animales, políticas.